Bendecido día, estoy bajo el control de Dios...
Me llamo Mirta Torres, tengo 45 años, mi familia está formada por Rito, mi esposo. Itatí, Cristian y Alan, mis tres hijos y Milagros, mi sobrina que vive con nosotros y es parte de esta familia.
Un domingo, durante la oración en Al Tercer Dia (comunidad a la que asisto hace más de 10 años) el Señor me visitó y transformó más profundo mi corazón.
La madrugada del siguiente día Dios me regala el versículo que está en Lucas 19,9 “Ha llegado la salvación a tu casa”. Medité este texto y terminé con una oración, antes de ir a cumplir con las responsabilidades que asumo todos los días. Pero al intentar levantarme, escucho una palabra que resonaba en mí… “la obra no terminó, la obra recién comienza” y esas palabras hicieron que me detenga a escuchar a Dios… inmediatamente decidí apartarme para seguir orando y le dije a Dios “¿Señor que quieres de mí?”
Mi corazón latía muy rápidamente, y comencé a quebrantarme. Recibí las palabras “Soltá. Rendite. Confía”, al estar en Su Presencia note que me pedía “que sea mansa y humilde”.
Dios me hizo ver todo lo malo que había dentro mío, lo atada que estaba al pasado, como estaba llena de dolor, angustia, desesperanza. Me mostró que estaba enojada, con falta de perdón, maltratando a los demás, atada al chisme y la crítica. Preocupada, impaciente, llena de ansiedad. Tenía mucho cansancio y estrés. Así que me entregué y me dejé encontrar por el amado y seguí ahí a sus pies, orando y liberándome.
Recibí el Salmo 123, 1 al 4 “A ti levanto mis ojos, tú que habitas en el cielo. Lo mismo que los ojos de los siervos miran a la mano de sus amos, lo mismo que los ojos de la sierva miran a la mano de su señora, nuestros ojos miran a Yahvé, nuestro Dios, esperando que se apiade de nosotros. ¡Piedad, Yahvé, ten piedad, que estamos hartos de desprecio! Nuestra alma está saturada de la burla de los arrogantes, del desprecio de los orgullosos”.
Empecé a extraer palabra de este salmo, palabras que fui atesorando en mi corazón. En oración las grabé en mi ser. Oré: “Mis ojos están puestos en ti, apiádate de mí porque mi alma está perturbada. Estoy harta”. Ahí fui liberada… el Señor me sanó, me restauró, me liberó de toda maldad que me atormentaba desde hace tanto tiempo.
Al sentirme amada, sanada y rescatada por él, no me podía quedar inmóvil, era momento de ir por más, crecer. Empecé a pedirle al Señor entendimiento, discernimiento, palabra de conocimiento. Clame por Palabra de autoridad y poder, por dominio propio. Le pedí que yo disminuya y aprenda a relacionarme con él. Desde ese día el Señor me ha regalado cada una de esas bendiciones.
Quiero resaltar esto, al pedir “palabra de conocimiento”, como Dios es fiel, no dejo de recibir promesas hechas para mí, y para quienes el creador me dé. El Señor puso una misión en mí, él me llama a servir en todo tiempo y lugar. Y esa misión la debo cumplir porque él siempre fue fiel conmigo.
Comparto este testimonio, sabiendo que todo aquel que cree, verá la gloria del Señor. Porque cómo lo hizo conmigo, también lo hará contigo querido hermano.
Hoy el Señor a puestos un cimiento que nunca más será arrancado, mi compromiso es obedecer y seguir tras sus pasos, porque sé que, “ahora no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”. Gálatas 2, 20.
Hoy soy una nueva criatura en él, he vuelto a renacer en el espíritu, estoy viviendo un tiempo nuevo en mi vida de paz, gozo y alegría. En todo este tiempo me ha dado infinidades de cosas que aún no puedo explicar, solo quiero decirte que Dios te ama así, como me ama a mí... Dios te bendiga grandemente. Todo esto es para la gloria del Señor.