Todo tiene su tiempo bajo el sol.

Escrito el 09/04/2021
Renée Larrañaga

El gozo y la alegría es parte de nosotros porque Jesús ha resucitado. ¡Qué lindo es expresar el ALELUYA! Los ángeles cuando batallan y tienen victoria por nosotros, empiezan a cantar y a corear el ¡ALELUYA! La Victoria es nuestra, nos la alcanzó Jesús con su Sacrificio, Muerte y RESURRECCIÓN.

  Y en este tiempo de Resurrección qué mejor que pensar en esto del “TIEMPO”, que hay un tiempo para cada cosa. Hubo un tiempo en Jesús para morir y hubo un tiempo en Jesús para resucitar. Tuvo un tiempo para anunciar, un tiempo para reprender, un tiempo para odiar y un tiempo para amar, porque al mal hay que odiarlo. Necesitamos entender que “hemos nacido para conocer, amar y servir a Dios” (Catecismo, ítem 1).

  En Eclesiastés 3 habla del tiempo. Manejar el tiempo es realmente un reto para todos nosotros; el desafío más grande que tiene el tiempo no es precisamente el tiempo “físico” sino la interpretación del tiempo como el “SABER EN QUÉ ESTACIÓN DE LA VIDA ESTOY”. Creo que a todos nos ha pasado de ver a alguna persona bastante entrada en años, vistiéndose como una adolescente, y como que nos hace ruido ¿verdad?; o al revés: una persona que es muy jovencita y sus vestiduras parecen las de una anciana. Porque hay un tiempo y también ese tiempo lo expresamos hacia afuera con lo que vivimos, con lo que tenemos, aún hasta con lo que nos vestimos.

 La Palabra dice en Eclesiastés 3,1-8: “Hay un tiempo para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol. Un tiempo para nacer y un tiempo para plantar; un tiempo para arrancar y un tiempo para plantar; un tiempo para matar y un tiempo para curar; un tiempo para demoler y un tiempo para edificar; un tiempo para llorar y un tiempo para reír; un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar; un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas; un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse-yo lo subrayé en mi biblia porque creo que es el tiempo que estamos viviendo ahora con la pandemia, no podemos acudir al abrazo-; un tiempo para buscar y un tiempo para perder; un tiempo para guardar y un tiempo para tirar; un tiempo para rasgar y un tiempo para coser; un tiempo para callar y un tiempo para hablar; un tiempo para amar y un tiempo para odiar; un tiempo de guerra y un tiempo de paz”. Y después está esto, que una de mis hijas, Marianela y Emanuel lo pusieron en su tarjeta de bodas: “Él hizo todas las cosas apropiadas a su tiempo” (vers. 11). Me encanta este pasaje porque tiene mucha SABIDURÍA y mucha FUERZA también para enseñarnos a vivir.

  Dios dice que hay una temporada para todo bajo el cielo. Y a veces nosotros trastocamos esas temporadas: por ejemplo, hay un tiempo que es ideal para estudiar, pero muchos jóvenes y muchos adolescentes usan ese tiempo para charlar, para bromear-que no está mal-, pero… diríamos que pierden EL MEJOR TIEMPO PARA EDIFICARSE, para instruirse, para autoeducarse. Y tal vez, ese mismo joven cuando ya es adulto y tiene esposa e hijos, tiene que hacer doble esfuerzo para estudiar, porque tiene que trabajar para sostener a su familia, y a la vez ahí comprendió que tiene que estudiar. Entonces sus tiempos no están bien distribuidos… HAY UN TIEMPO PARA CADA COSA BAJO EL SOL.

  A veces nosotros no interpretamos esto del tiempo ¿no?, porque hay momentos que los perdemos, hay momentos que los dejamos ir y nunca regresan. Posiblemente hayan tenido ustedes la experiencia de haber perdido un colectivo, o un avión por un minuto, o de dejar pasar cosas en la vida, dejar de hablar en el momento justo, dejar de tomar un trabajo, dejar de abrazar en el momento justo, o no saber poner límites sanos en el momento justo, … y eso genera que tengamos una vida con contratiempos, con desilusiones, con desesperanzas, … Pero también quiero que reflexionemos, ahora que vivimos esto de la Semana Santa, cómo Jesús manejó tan perfectamente los tiempos: en el momento en que Él entra en este proceso, Él sabe que “llega el tiempo” en que va a dar su vida, no se la quitan, la da… Va preparando el corazón de sus apóstoles que muchas veces no entienden qué está pasando…

  Pero quiero referirme a dos personas cuyos nombres son anónimos y que fueron dos piezas fundamentales en este proceso que Jesús vive. Uno es el momento en que manda a preparar la Última Cena; yo me imagino que los apóstoles no sabían que sería la última, aunque Jesús se lo dice: “Ésta va a ser la última vez que comparto con ustedes” (Lucas 22,15-16). En Lucas 19,29-35 dice: “Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado “de los Olivos”, envió a dos de sus discípulos diciéndoles: <Vayan al pueblo que está enfrente, y al entrar encontrarán un asno atado que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta ¿por qué lo desatan?, responderán: “El Señor lo necesita”>. Los enviados partieron y encontraron todo como Él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños le dijeron: < ¿Por qué lo desatan?> Y ellos respondieron: <El señor lo necesita> Y luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y poniendo sobre él sus mantos lo hicieron montar”.

  Fíjense que fueron a buscar un asno, no dice acá la Palabra el nombre del dueño de ese burrito, pero todos conocemos que Jesús montó el animal de ese señor. Porque también es importante que tengamos presente que Dios ha irrumpido en nuestras vidas, Dios nos visita, y no viene solamente a darnos, también viene a pedirnos… a pedirnos cosas y ¡bendita sea la hora en que Dios nos pide cosas!, porque cuando Él nos pide algo es porque con “eso” va a hacer una obra maravillosa. ¿Cuántos años hace que Jesús pidió este burrito a este señor? ¿Y pueden ustedes negar que éste es el burrito más famoso de toda la historia? ¿O pueden ustedes negar que todos conocemos esta historia en la que mandó a sus discípulos a buscar un burrito y que ese señor sólo con esta Palabra: “El Señor lo necesita”, accedió a dárselo? Llegaron dos desconocidos a buscar el asno, lo desataron, se lo llevaban, … ¡y obviamente que el dueño preguntó ¿qué pasa?!... Porque si el Señor necesita de algo ¡qué importante es que vos y yo tengamos en cuenta esto! A mí me causa mucho dolor cuando veo que existen personas a las que Dios les cambia la economía, les cambia la salud, les cambia la familia, … y cuando tienen todo eso, se fueron… cuando es el momento en que Dios te está pidiendo de tu tiempo, ¡que primero te lo da Él!, porque no es tu tiempo y no es mi tiempo, es el tiempo que Él nos regala cada día de vida… Nosotros en la Comunidad tenemos, lamentablemente, casos de personas que han orado para que “algo” se les diera, y cuando lo obtienen ya no tienen tiempo para Dios, ya no tienen la misma disposición.

  La otra Palabra que quiero que reflexionemos sobre el otro “desconocido”, es cuando llega la hora de esta Última Cena el Jueves Santo; en Lucas 22, 7-13 dice: “Llegó el día de los Ácimos en que se debía inmolar la víctima pascual. Jesús envió a Pedro y a Juan diciéndoles: <Vayan a prepararnos lo necesario para la comida pascual> Ellos le preguntaron: < ¿Dónde quieres que la preparemos?> Jesús les respondió: <Al entrar en la ciudad encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua, síganlo hasta la casa donde entre y digan a su dueño: “El Maestro manda preguntarle: < ¿Dónde está la sala en que podré comer la Pascua con mis discípulos?>”, y él les mostrará el piso alto, una pieza grande arreglada con almohadones y preparada allí con lo necesario> Los discípulos partieron, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua”. Este hombre desconocido pone su casa al servicio de Jesús… ¿Cuántos de nosotros no conocemos este aposento, este lugar, esta habitación preparada para la Última Cena? Inspiración de tantos pintores, de tantos cuadros en los que vemos esa habitación, habitación que un hombre anónimo puso “en las manos de Jesús”. Creo que todo lo que ponemos “en las manos de Jesús” se multiplica extraordinariamente…      

   La semana pasada estuvimos gozándonos con muchos testimonios de nuestra Comunidad. Pueden verlos en YouTube “Al Tercer Día. Testimonios de ayuno de Cuaresma 2021”. Entre ellos está el de Charly y Andrea, de Belén y de Walter. Charly y Andrea son un matrimonio de nuestra Comunidad que estaban orando para tener hijos; ellos biológicamente no podían tenerlos, pero oraban con mucha fe los dos y deseaban dar ese amor de padres que tenían adentro. Yo recuerdo que Charly decía: “Dios me va a dar mellizos”. Y en realidad le dio dos hijos, así de golpe, no mellizos, pero sí hermanitos. A estos hermanos nosotros los conocimos, sus padres estaban en situación de indigencia y se sentaban afuera del templo a pedir limosna; se fueron acercando poco a poco y entramos a hablar con ellos, conocimos sus historias y se fue dando el conocer específicamente a sus hijitos, cómo estaban, lo que estaban sufriendo… Después de ir a los Servicios Sociales tomándonos el tiempo con algunos hermanos de la Comunidad para hablar en esos lugares por estos niños, recuerdo que, en un momento, orando, se me vinieron los nombres de Charly y Andrea para que fuesen papás de estos pequeños; pero me encontraba con mucho recelo porque preguntarles si querían adoptarlos, era de alguna forma presionarlos. Entonces le pedí al Señor que me diera un signo en algún momento para ver si tenía que hacerles esa pregunta o no. Llegó un día en que estábamos en un cumpleaños de un conocido de ambos, y justo se sentaron a nuestro lado y yo les pregunté. La respuesta de ellos fue prácticamente inmediata. Siempre me he quedado pensando en que si no les hubiera hecho esa pregunta en ese momento, cuál hubiese sido el desenlace de la historia de estos niños. Hoy los vemos amados, protegidos, por estos papás tan cercanos, tan dedicados y tan amorosos con ellos.

  Pensaba entonces en esto de que HAY UN TIEMPO PARA CADA COSA, hay un tiempo para SERVIR. No sé cómo poder expresarles a ustedes esto, porque siento en mi corazón mucho dolor cuando hay falta de entrega y de compromiso, y que en realidad sucede porque no conocemos bien… Y me planteo y le pregunto al Señor cómo me puedo expresar para que las personas entendamos que cuando le damos el tiempo a Él es tiempo ganado, no sólo para nosotros, sino tal vez para miles de personas. No hay mejor lugar donde disponer tu tiempo que en los brazos del Señor. Te invito a que en este momento te pongas en las manos del Espíritu Santo; Jesús padeció, murió y resucitó para que tengamos VIDA EN ABUNDANCIA (Juan 10,10), no pienses que es perder el tiempo cuando lo servís, no pienses que es perder el tiempo cuando orás y leés su Palabra, … es el mejor tiempo, es tiempo de calidad, es tiempo de liberación, de restauración, es tiempo de ir por tantas cosas, no sólo tuyas sino de gente que conocés y aún de gente que no conocés. Cuando ponemos la mano en el arado como dice la Palabra y no miramos hacia atrás (Lucas 9,62) entonces vamos por cosas que “ni ojo vio, ni oído oyó, y que ningún hombre ha visto aún” (1 Corintios 2,9). “Espíritu Santo, muévenos en este momento el corazón y llévanos a entregarnos, a comprometernos con el Evangelio. Padre, necesitamos revelación en este momento, que tu Espíritu Divino nos toque y se quiebren y se rompan todas las actas que son contrarias y que nos impiden caminar en tu Presencia y recibir todas las bendiciones y maravillas que Vos tenés preparadas para nosotros. Señor, Tú puedes multiplicar de una manera asombrosa lo que ponemos en tus manos… Ponemos en tus manos esta prédica para que llegue a los corazones que Tú quieres tocar, y estás anhelando que te digan que sí, que te den como estos dos anónimos lo Tú les habías dado primero, esos bienes para ponerlos a tu servicio. Tú estás buscando nuestro corazón, nuestra entrega, nuestra vida, … Que hoy podamos entregarte todo esto Señor. Amén.”

  Que Dios te bendiga grandemente y que se haya movido y quebrantado tu interior para servirlo y entregarte a Él de todo corazón.