“A ti, que eres el médico de las almas y de los cuerpos, te pedimos que alivies a los enfermos y des la paz a los agonizantes, visitándolos con tu bondad”. (Liturgias de las horas. Preces)
Querido lector que has tomado este libro. ¡Bienvenido!
Si este libro ha llegado a tus manos, tal vez estés buscando desesperadamente tu salud, o la de algún ser querido, o quizás te duele ver las personas enfermas y quieres conocer algo más sobre la sanidad. Ruego al Espíritu Santo que no seas el mismo después de leer este libro. Ya sea que estés sano o pasando por alguna enfermedad, le pedimos a Él qué estas páginas traigan revelación divina a tu vida, y se active en ti, la respuesta de sanidad que Dios, ya nos ha dado con su sacrificio en la cruz del Calvario hace más de 2000 años: La enfermedad fue vencida allí. Y es nuestro derecho LEGAL tomarla por fe.
Realmente estar enfermo es muy triste y en ocasiones también doloroso físicamente. A pesar de que todos sabemos que Dios es Bueno, muchas veces creemos falsamente que Dios nos envía la enfermedad para enseñarnos algo, eso no es así, Dios es Padre y como tal desea la plenitud y la salud para todos sus hijos, aquellos que somos padres no se nos ocurriría jamás, pensar que para que aprendan algo, nuestros hijos deben padecer alguna enfermedad, ya sea física, psíquica o espiritual. Nunca como padres deseamos que el aprendizaje llegue a través del dolor. ¿Verdad? Dios es Padre y como tal ha dispuesto la salud perfecta para cada uno de sus hijos.
Indica el Catecismo de la Iglesia Católica que “la enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial, para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él.” (Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 1501).
Sucede pues como lo expresa muy claramente el Catecismo, que las personas a veces al pasar por la enfermedad comprenden su fragilidad, y comienzan a anhelar acercarse a Dios; porque internamente reconocen que solos no pueden, esto produce un acercamiento al Creador, pero es una respuesta humana ante esta situación, y por supuesto depende de la libre voluntad de cada uno realizar esta opción de acercamiento a Nuestro Padre Celestial en tiempos de enfermedad. Si sólo fuera un mandato de Dios el enfermarnos para convertirnos, los hospitales estarían llenos de personas convertidas y lamentablemente, no es así; es más, la respuesta de la persona enferma, puede ser la inversa, rebelarse contra Dios y alejarse pues, vez más de la posibilidad de sanarse, tanto interiormente como físicamente, que es lo que verdaderamente Dios ha dispuesto y establecido para cada uno de nosotros.
Hemos visto, en nuestra tarea laboral, ya que trabajamos en el área de la salud ,personas que pasando por internación en centros asistenciales, muchas de ellas ancianas, que están gravemente enfermas, sufriendo dolores en oportunidades muy intensos, familiares desesperados por el sufrimiento , que están padeciendo sus seres queridos, que al proponerles un acercamiento al Padre Celestial, se niegan rotundamente. Otros, sin embargo, entregan su vida al Señor en estos momentos.
Somos libres pues para elegir: entre rebelarnos contra Dios o retornar a Él y comenzar a buscarlo con todo el corazón.
Te invitamos a que nos acompañes en este camino, que te animes a escuchar la Palabra de Dios, ella tiene Poder divino encapsulado y al leerla y meditarla ese Poder comienza a derramarse en nuestra vida trayéndonos revelación, y dándonos lo que realmente necesitamos para cambiar nuestro destino en un destino de Gloria.
Cada capítulo propone un camino, en el cual, a partir de la Palabra de Dios, de testimonios que te impactarán, y de lo que especialmente el Espíritu Santo tiene reservado para ti, irá cambiando tu manera de pensar, para que de esa forma cambie tu manera de vivir.
Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto. (Carta a los Romanos 12:2)