Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 24-30
Habiendo llegado Jesús a Nazaret, le dijo al pueblo en la sinagoga:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Reflexión:
Dice el Papa Francisco en una homilía del 247/11/2014 en Sta. Marta:
“Cuando la Iglesia es humilde y pobre, y también cuando confiesa sus miserias-que además todos las tenemos-, la Iglesia es fiel. Es como si Ella dijera: Yo soy oscura pero la luz me viene de allí. Y esto nos hace mucho bien. Entonces recemos a esta viuda que seguro está en el Cielo, a fin de que nos enseñe a ser Iglesia de ese modo, renunciando a todo lo que tenemos y a no tener nada para nosotros sino todo para el Señor y para el prójimo. Siempre humildes y sin gloriarnos de tener luz propia, sino buscando siempre la luz que viene del Señor”
Realmente tenemos muy poco que agregar, nuestro querido Papa lo expresa tan claramente: él, como cabeza de la Iglesia, con la humildad de reconocernos oscuros y necesitados desesperadamente de la Luz que nos viene de Cristo. Esta viuda, a pesar de no ser del pueblo de Dios, supo discernir que Elías le estaba pidiendo de parte del Creador un acto de obediencia. Pensamos en tantos a los que hoy el Señor nos pide en su Palabra que demos, de lo que Él nos da primero y no lo hacemos; nos creemos dueños absolutos de nuestros bienes y somos nosotros los que disponemos a quién y cómo damos… en vez de meditar en las Escrituras lo que el Señor nos pide. En esos días, mientras escribíamos estas reflexiones, nos han llegado testimonios de hermanos que no estaban muy bien económicamente pero que han sido muy fieles con los diezmos y ofrendas para el Señor y Él ha hecho verdaderos milagros en sus vidas como vender algo de su propiedad a un valor duplicado de precio y de contado; y otros de ver cómo se multiplicaba la harina en su casa, que aunque tenía el dinero guardado para dar la parte que Dios nos pide decidió no tocarlo. Estos testimonios y muchos más nos muestran claramente que el Señor está al lado del que le cree y obedece fielmente en todo.