Día 9 / 11 de diciembre

Escrito el 11/12/2021
Renée y José Ferrúa

Semana 2

Acercar la presencia de Dios a nuestros seres queridos, perdonar, pedir perdón,

hacer de nuestro cuerpo y nuestra mente un templo para que Dios habite.

 

Día 9 / 11 de diciembre:

Realizamos la oración diaria.

Recuerdo los motivos por los que estoy ayunando.

 

Palabra de Dios:

 

Colosenses 3:8-17

Pues bien, ahora rechacen todo eso: enojo, arrebatos, malas intenciones, ofensas y todas las palabras malas que se pueden decir. No se mientan unos a otros: ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus vicios y se revistieron del hombre nuevo que no cesa de renovarse a la imagen de su Creador hasta alcanzar el perfecto conocimiento. Ahí no se hace distinción entre judío y griego, pueblo circuncidado y pueblo pagano; ya no hay extranjero, bárbaro, esclavo u hombre libre, sino que Cristo es todo en todos. Pónganse, pues, el vestido que conviene a los elegidos de Dios, sus santos muy queridos: la compasión tierna, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia. Sopórtense y perdónense unos a otros si uno tiene motivo de queja contra otro. Como el Señor los perdonó, a su vez hagan ustedes lo mismo. Por encima de esta vestidura pondrán como cinturón el amor, para que el conjunto sea perfecto. Así la paz de Cristo reinará en sus corazones, pues para esto fueron llamados y reunidos. Finalmente, sean agradecidos. Que la palabra de Cristo habite en ustedes y esté a sus anchas. Tengan sabiduría, para que se puedan aconsejar unos a otros y se afirmen mutuamente con salmos, himnos y alabanzas espontáneas. Que la gracia ponga en sus corazones un cántico a Dios, y todo lo que puedan decir o hacer, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

 

Reflexión:

 

“La grandeza de María reside en su humildad. Jesús, quien vivió en estrechísimo contacto con ella, parecía querer que nosotros aprendiéramos de él y de ella una lección solamente:

ser mansos y humildes de corazón”

Santa Teresa de Calcuta.

 

Ser manso y humilde de corazón, es usar el vestido que nos invita Pablo a llevar, no algo externo, sino esa vestimenta que se ve en nuestra presencia la compasión tierna, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia. Esa presencia de Jesús en nuestra vida que tenemos que elegir varias veces al día, presencia que se perfecciona al soportarnos y perdonarnos, pero que se corona al amarnos.

 

Si todo lo que digo y hago en mi vida, lo hago en nombre del Señor, mi vida va a cambiar radicalmente, como dice San Agustín “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos”.