Lucas 9:16-17
Y tomando los cinco panes y los dos peces, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los sirvieran a la gente. Todos comieron y se saciaron; y se recogieron de lo que les sobró de los pedazos: doce cestas llenas.
1 Corintios 3:9
Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.
Éxodo 31:15-17
"Durante seis días se trabajará, pero el séptimo día será día de completo reposo, santo al SEÑOR. "Los hijos de Israel guardarán, pues, el día de reposo, celebrándolo por todas sus generaciones como pacto perpetuo." Es una señal entre yo y los hijos de Israel para siempre; pues en seis días el SEÑOR hizo los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó de trabajar y reposó.
Salmos 127:1-2
Si el SEÑOR no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el SEÑOR no guarda la ciudad, en vano vela la guardia. Es en vano que os levantéis de madrugada, que os acostéis tarde, que comáis el pan de afanosa labor, pues El da a su amado aun mientras duerme.
Catecismo
307. Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de "someter'' la tierra y dominarla. Dios da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la obra de la Creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus prójimos. Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden entrar libremente en el plan divino no sólo por sus acciones y sus oraciones, sino también por sus sufrimientos. Entonces llegan a ser plenamente "colaboradores [...] de Dios" y de su Reino.
2168. El tercer mandamiento del Decálogo proclama la santidad del sábado: “El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor”.
REFLEXIÓN:
Muchas veces nos encontramos siguiendo a Dios, motivados erróneamente. No está mal esperar de él milagros, pero si está mal que ése sea nuestro único propósito. Él no es un genio de los tres deseos con una lámpara en la mano como Aladino. Dios nos da oportunidades para desarrollarnos. Jesús pone a prueba a Felipe en el pasaje de la multiplicación de los panes preguntándole ¿cómo haremos?
Lo que para muchos representa un problema, en las manos de Dios se vuelve una oportunidad de crecimiento.
Jesús quiere demostrar que hay situaciones que no se resuelven en nuestra lógica humana sino con la intervención sobrenatural de Dios. Felipe está diciendo que ni con 200 días de trabajo podrían pagar la comida para esa multitud; pero en oportunidades, nosotros, como Felipe, olvidamos que servimos a un Dios que se mueve en un terreno donde todo es posible.
No permitamos que nuestros pensamientos dudosos se materialicen en palabras desmotivadoras.
Andrés, otro de los discípulos, acerca la noticia de que hay un jovencito con 5 panes y dos pescaditos, pero luego dice… “¿qué es esto para tantos?” dejando de lado que Dios usa lo ordinario para realizar lo extraordinario. La Biblia nos da el detalle de que los pancitos eran de cebada, que era el alimento de los pobres. Porque el Dios del Universo utiliza lo pequeño, lo simple, lo humilde, lo de menos valor a los ojos humanos, para hacer grandes cosas. También nos habla de que los hizo sentar, porque la prosperidad integral nos vendrá en el descanso de las preocupaciones, no en el estrés, no en la desesperación... También Jesús nos enseña:
- A dar gracias por lo poco que tenemos: no se quejó de que esos panes y pescados no iban a alcanzar. La queja frenará la bendición siempre, porque viene del demonio.
- A ofrecer al Padre lo que tenemos y a esperar en Su Amor y Poder.
- A comprender que la medida de Dios es la sobreabundancia. Cuando Dios bendice lo hace a lo grande, Él derrama sus bendiciones de manera exagerada, es infinitamente generoso, recordemos que cuando Jesús nos quiere bendecir no hay nadie que pueda impedirlo. Jesús mismo lo declaró en Juan 10;10: “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia”.
- A considerar que las riquezas en Cristo son incalculables e insondables, y que nos liberan de los peligros del amor al dinero. Normalmente, cuando las personas tienen acceso a las riquezas, pero sin Cristo en el corazón, ellas tienden a volverse egoístas y su vida se vuelve en ocasiones una esclavitud para proteger y acumular sus riquezas. La riqueza excesiva (sin Cristo) destruye a menudo las relaciones y puede provocar problemas personales de consideración. Las riquezas en Cristo, en cambio, son inacabables, por eso tenemos libertad para compartirlas y para gastarlas sin tener que preocuparnos por la pobreza de mañana. Estas riquezas significan que se nos libertó de los celos, las envidias y los conflictos. Y somos libres para amar, para gozarnos en nuestra salvación y para impartir esa misma salvación y gracia a otros.
Hoy voy a Pedir perdón por:
Hoy Voy a Dar Gracias Por:
En Oración voy a pedir: