Día 30. Jueves por la Comunidad

Escrito el 31/12/2020
Al Tercer Día

Colosenses 3:8-17

Pues bien, ahora rechacen todo eso: enojo, arrebatos, malas intenciones, ofensas y todas las palabras malas que se pueden decir. No se mientan unos a otros: ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus vicios y se revistieron del hombre nuevo que no cesa de renovarse a la imagen de su Creador hasta alcanzar el perfecto conocimiento. Ahí no se hace distinción entre judío y griego, pueblo circuncidado y pueblo pagano; ya no hay extranjero, bárbaro, esclavo u hombre libre, sino que Cristo es todo en todos. Pónganse, pues, el vestido que conviene a los elegidos de Dios, sus santos muy queridos: la compasión tierna, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia. Sopórtense y perdónense unos a otros si uno tiene motivo de queja contra otro. Como el Señor los perdonó, a su vez hagan ustedes lo mismo. Por encima de esta vestidura pondrán como cinturón el amor, para que el conjunto sea perfecto. Así la paz de Cristo reinará en sus corazones, pues para esto fueron llamados y reunidos. Finalmente, sean agradecidos. Que la palabra de Cristo habite en ustedes y esté a sus anchas. Tengan sabiduría, para que se puedan aconsejar unos a otros y se afirmen mutuamente con salmos, himnos y alabanzas espontáneas. Que la gracia ponga en sus corazones un cántico a Dios, y todo lo que puedan decir o hacer, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

 

Catecismo

306. Dios es el Señor soberano de su designio. Pero para su realización se sirve también del concurso de las criaturas. Esto no es un signo de debilidad, sino de la grandeza y bondad de Dios todopoderoso. Porque Dios no da solamente a sus criaturas la existencia, les da también  la dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y principios unas de otras y de cooperar así a la realización de su designio.

 

323. La providencia divina actúa también por la acción de las criaturas. A los seres humanos Dios les concede cooperar libremente en sus designios.

 

787. Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida; les reveló el Misterio del Reino; les dio parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos. Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: "Permaneced en mí, como yo en vosotros [...] Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Jn 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Jn 6, 56).

 

788 Cuando fueron privados los discípulos de su presencia visible, Jesús no los dejó huérfanos. Les prometió quedarse con ellos hasta el fin de los tiempos, les envió su Espíritu. Por eso, la comunión con Jesús se hizo en cierto modo más intensa: "Por la comunicación de su Espíritu a sus hermanos, reunidos de todos los pueblos, Cristo los constituye místicamente en su cuerpo"

 

Twitter del Papa Francisco @Pontifex_es (7 nov. 2020)

Todos podemos dar sin esperar algo, hacer el bien sin exigirle tanto a esa persona que uno ayuda. Es lo que Jesús decía a sus discípulos: «Lo que han recibido gratis, entréguenlo también gratis» (Mt 10,8). #FratelliTutti

 

REFLEXIÓN:

Las Escrituras dicen que debemos ser imitadores de Dios, pero es necesario para serlo, que tengamos los pensamientos de Dios, y cuando tenemos los pensamientos de Dios, entonces somos fructíferos. Él así lo quiere, pero, para que demos fruto, Él nos da la semilla, y la semilla es La Palabra de Dios. Es nuestra responsabilidad sembrarla en nuestro corazón. Si no tenemos el conocimiento de lo que Dios piensa, será muy difícil que podamos hacer lo que Él quiere y dar frutos en nuestras Comunidades; por ejemplo vemos en la carta de los Colosenses, que se nos exhorta a “rechazar” todo enojo, arrebatos, iras, malas intenciones, ofensas y todas las palabras malas que se pueden decir, y nos da una amplia lista de situaciones que debemos resistir. Muchos de nosotros podríamos decir que no podemos hacer todo lo que la carta de los Colosenses nos pide, pero estudiar y escudriñar bien las Escrituras nos ayuda a entender que jamás el Señor nos va a pedir algo que nosotros no podamos realizar. Nos queremos detener en la primera palabra de estos versículos: “rechazar”. Tenemos que ser sinceros con ustedes: en realidad, no nos habíamos detenido en esta palabra hasta ahora, a pesar de que hemos leído muchas veces este texto. El principio es RECHAZAR todo esto, en el Diccionario la definición de rechazar es: “mostrarse en contra de algo” y esto puede ser mucho alivio para muchos de nosotros; el hecho es que Dios sabe que sin su Gracia y su Fuerza no podremos dejar todas estas malas costumbres, pero sí la mayoría de nosotros cumple con esto de “rechazar” todos estos sucesos. La semilla de la Palabra de Dios nos hace nacer espiritualmente como hijos e hijas de Dios. Una vez, que esa semilla haya germinado en el corazón, podemos estar confiados en que no importará lo que el enemigo intente sembrar en nuestra vida, jamás se alterará el fruto que surge de la semilla escogida por Dios, siempre y cuando seamos fieles a Él. Nos volvemos nuevas criaturas, nuevas creaciones, “las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5,17). Somos nuevas creaciones en Jesucristo. ¿Por qué decimos esto? Porque ser un creyente que nace de nuevo no es lo mismo que ser un miembro de una parroquia de una comunidad de cualquier religión o iglesia. Ser un hijo de Dios y miembro del Cuerpo de Cristo no depende de unirse a una confesión religiosa ni de ser aceptado por ella. El Señor Jesús lo dijo de esta manera: Para ser ciudadano del Reino de Dios es necesario “nacer de nuevo” (Juan 3; 7). La Palabra de Dios declara que las semillas producen fruto según su especie. Lo que se siembra en la tierra es lo que aparece. Si se siembra una semilla de maíz aparecerá maíz, si se siembra trigo aparecerá trigo. Por lo tanto, Jesucristo, Quien sembró las semillas de la Salvación en nuestra vida, fue sepultado en la tierra durante tres días para que produjéramos el fruto esperado. Cristo resucitó “al tercer día” con todo poder sobre el pecado y la muerte y se convirtió en la semilla de la Vida Eterna para todos lo que estamos dispuestos a creer y a proclamar Su Nombre. Todo el que cree resucitará con Él para vivir una vida nueva desde ahora y para siempre. Como leíamos en el Catecismo, en el ítem 787, Jesús asoció a sus discípulos a su vida, les reveló el misterio del Reino y les dio parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos. También les dice: “si permanecen en mí, como yo en vosotros, todo lo que pidan se les dará”. Es hermoso ser parte de una Comunidad viva de creyentes, de personas cambiadas, renovadas, restauradas por la semilla de la Palabra de Dios, nuevas criaturas, que no estén pendientes sólo de sí mismos, sino que anhelan como Cristo, que las vidas de los demás sean restauradas en todo.

Algunas personas se acercan supuestamente a servir a Dios porque quedan impactados de las luces que puede emitir una Comunidad viva en Cristo, pero olvidan lo primero que deben hacer. Si realmente se busca el gozo verdadero que da la vida en Cristo llena del Espíritu Santo, la respuesta es simplemente é6sta: ¡Morir al pecado!

 ¡Entregarle nuestra vida a Dios! Morir y seguir muriendo cada día hasta que solo viva Cristo, como lo decía San Pablo. La muerte es la clave para la vida y la vida de la manera más abundante.  Y si no se muere al egoísmo de una vida aislada y sin compromiso el uno por el otro, también será imposible darle lugar a la Presencia de Dios para que habite en medio de nosotros.

 “Si quieres ir rápido, ve sólo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado.” (Proverbio africano)

 

Hoy voy a Pedir perdón por:

Hoy Voy a Dar Gracias Por:

En Oración voy a pedir: Morir cada día al pecado que hay en mí.