Dia 17 A Jesús Por María

Escrito el 18/12/2020
Al Tercer Día

Apocalipsis 12:1

Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.

 

Lucas 2:22-35

Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo con la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, tal como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley del Señor: una pareja de tórtolas o dos pichones. Había entonces en Jerusalén un hombre muy piadoso y cumplidor a los ojos de Dios, llamado Simeón. Este hombre esperaba el día en que Dios atendiera a Israel, y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Mesías del Señor. El Espíritu también lo llevó al Templo en aquel momento.

Como los padres traían al niño Jesús para cumplir con él lo que mandaba la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios con estas palabras: Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz, como le has dicho. Porque mis ojos han visto a tu salvador, que has preparado y ofreces a todos los pueblos, luz que se revelará a las naciones

y gloria de tu pueblo, Israel. Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: "Mira, este niño traerá a la gente de Israel caída o resurrección. Será una señal impugnada en cuanto se manifieste, mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres.

 

972. Volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su misterio, en su "peregrinación de la fe", y lo que será al final de su marcha, donde le espera, "para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad", "en comunión con todos los santos", aquella a quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre:

«Entre tanto, la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo».

 

IMITEMOS DE MARIA:

Fe y aceptación de la Palabra de Dios

La Virgen María es un modelo de fe. Por tanto, para nuestra salvación, debemos obedecer el don divino de la fe: para la gloria de Dios, guiados por la luz divina y leales al plan de amor que creamos para ella.

 

Obediencia generosa

Los hombres experimentan cierta renuencia a obedecer a los demás por orgullo y respeto por sí mismos. Pero la Santísima Madre de Jesús nos ha mostrado que la obediencia nos brinda beneficios invaluables: previene los efectos nocivos del amor propio; y nos aleja de las dudas y confusiones a las que uno siempre se enfrenta al intentar comportarse.

 

REFLEXIÓN:

En el capítulo 1 y 2 de San Lucas, encontramos que las Escrituras rebosan de fe y ternura, todo está centrado en el nacimiento de dos niños, Juan y Jesús. Desde que comienza este relato de Lucas vemos que hay gozo, alabanza y esperanza, todo es Gloria  de Dios manifestada en la vida de Jesús.

Isabel, Zacarías, María, José, Ana y Simeón, esperaron confiadamente la Promesa de la venida del Salvador.

No podemos dejar de resaltar la obediencia de María y José, ellos cumplieron con lo que el ángel Gabriel les dijo, y también con todo aquello que las leyes de su pueblo les pedía.

 La Virgen María nos enseña “obediencia”. Ella es un modelo de fe, nos muestra continuamente qué lejos está ella del efecto nocivo del  orgullo, ella se entrega, se da, esto es lo que la hace una mujer sin dudas para obedecer a Dios. La eleva a la dimensión de la mujer de Apocalipsis 12, 1 (“una señal grandiosa, una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de estrellas sobre su cabeza”). Ella es a Quien la Iglesia venera como la Madre de Su Señor y como su propia Madre.

 Vayamos a este encuentro de Simeón con Jesús y sus padres. El llevar  al templo  al niño Jesús es también la obra de la obediencia, de cumplir con las leyes de su pueblo en ese momento. Este acto resalta la humildad de José y María, ellos sabían que con ellos estaba Dios mismo, pero no se jactaron de esto y fueron como los demás a realizar obedientemente el rito de la Purificación. Realmente un modelo a seguir e imitar.

María y José llevaron a Jesús al templo en el mismo momento que el Espíritu Santo conducía a Simeón, y a Ana. Por esa obediencia hay dos frutos extraordinarios: una profecía y una promesa cumplida.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          

 

Hoy voy a Pedir perdón por:

Hoy Voy a Dar Gracias Por:

En Oración voy a pedir:  Que el Espíritu Santo me guíe como a Simeón y a Ana a un encuentro con el Salvador, y me dé el don de la fe y la obediencia como a María y a José.